Vaz Oliver: “Toqué para 15 chinos a cambio de un cartel de Nick Drake”

Las creaciones del músico Vaz Oliver, y él mismo, son de esas cosas que te recuerdan, como a Léolo (película de Jean-Claude Lauzon, 1992) le recuerdan los libros, que hay más vida de la que podemos abarcar. Que hay que actuar. Léolo no intenta recordar las cosas que suceden en las novelas; lo único que les pide es que le inspiren energía y valor. No se nos ocurren mejores palabras para presentar a Quique (su nombre de pila) que éstas.

Quedamos con él en una terraza de Lavapiés, barrio madrileño con el que está familiarizado. Y es que, aparte de ensayar aquí, dirige El Gato Verde, una pequeña sala de conciertos.

¿Recuerdas tus comienzos como músico?
La historia real es que yo tenía un trabajo como el de todo el mundo (trabajaba de encargado en una tienda de ropa) y, cuando ya estaba hasta las narices, pensé en qué trabajo podía tener que me permitiese tener más tiempo para lo que quería hacer en realidad, que era tocar. Entonces monté un bar con un amigo. No podía ser cualquier local. Tenía que ser un sitio con vistas a tener un sótano para poder tener un estudio en el que pudiésemos tocar. El orden de las cosas, pues, es que yo quería tener tiempo para tocar, para eso monté un bar. Dejé de tocar del todo para levantar el bar y, una vez que el bar arrancó, la cosa fue bien. Y ya me puedo permitir tocar porque tengo todos los días libres hasta las ocho de la tarde.

Con los gastos que requiere dedicarse a la música debe de ser complicado rentabilizar…
Por suerte para mí ya no es todo gasto. Por ejemplo he hecho grabaciones para otra gente, cosillas para teatro, cine, ahora estoy trabajando para una obra del circo… Creo que a los músicos, en general, en primer lugar nos cuesta mucho dinero. En segundo lugar hay un punto en el que dices: “Por lo menos, que las cosas no me cuesten dinero”. Luego hay otro en el que no te forras pero vuelves con algo de dinero. Es como que yo tengo un sueldo fijo, que no es muy alto pero que me sirve para vivir, y, luego, el de la música. Que algunos meses es mayor que el del bar. Hay meses que de tocar cobro cero, pero igual otros me sale un curro y son 2.000 euros.

¿Qué piensas de la producción física de discos hoy en día? ¿Se siguen vendiendo CDs?
Sí, sigo vendiendo discos, pero yo no compro discos. No creo en los CDs y no tengo muy claro que tengan algún sentido, pero realmente cuando compro un disco es un acto de agradecimiento por un concierto. Por eso tienes que intentar que no sea un mero disco, sino que sea algo currado y bonito. A lo mejor haces una tirada de 200 unidades… Por ejemplo el año que viene voy a hacer una cosa más experimental y me quieren sacar una edición de 30 casetes pero con un grafismo especial… Entonces, bueno, yo como cliente no compro CDs. Pero, si voy a un concierto que me mola mucho, sé que, pagando ocho euros por su CD, de alguna manera les estoy apoyando para que sigan haciendo cosas.

Ya. Por ejemplo en tu concierto en el Ateneo había que pagar sólo 5 euros…
De hecho en ese concierto saqué el doble de dinero vendiendo discos que entradas. Pero vamos, de vender discos no se gana. Sólo amortizas lo que has invertido y, con el poco más que sacas, produces el siguiente. De dar concierto puedes sacar algo, pero tienes que dar muchísimos.

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¿Y cómo te enfrentas a un concierto?
Pues, sobre todo, pensando en el espacio al que me enfrento. Dependiendo de ese espacio, hago cosas muy diferentes unas de otras. Desde algo minimalista a hacer muchísimo ruido a mucho volumen. Primero pienso dónde lo doy y, en base a eso, decido el número de instrumentos, pedaleras, etc. Me parece importantísimo el espacio.

 ¿Y por qué la elección de hacer todo el instrumental solo y no con banda?
De hecho ahora estoy tocando con mucha gente… Nunca he concebido que tocar con pedales sea sustituto de tocar con una banda. Lo que hago con pedales no se puede hacer con una banda y lo que hago con una banda quizás sí que se podría. Pero no molaría mucho ninguna de las dos. No molaría que una banda esté haciendo loops realmente cuadriculados. No me gusta la gente que hace cosas con loops que sustituyen una banda, me gusta concebirlo como una manera de trabajar, con loops en serie que se van sumando, etc.

Hablemos de Descartes (marzo de 2015). ¿Qué te hace descartar una canción?
En Descartes hay algunas canciones que considero mejores que algunas de las que he sacado pero que, realmente, no he sido capaz de terminar o no he tenido ganas de terminar. Son canciones que, de alguna manera, están menos terminadas o no tienen el formato o el arreglo final que me gustaría que tuvieran. Entonces son cosas que, a lo mejor, empecé en algún momento y luego me di cuenta de que tenía una cantidad enorme. He elegido material atascado que me gustaría que hubiese salido adelante en algún que otro formato o con alguno de los proyectos que tengo con banda y no lo he hecho nunca. Pero no creo, necesariamente, que tenga que ver con que sean buenas o malas sino con haberlas terminado o no. A veces por apetencia o porque se atasca realmente una cosa y consideras que no vale la pena perder tanto el tiempo. En Descartes hay una canción que debe de tener diez años y que he probado en todos sus formatos y con todas las bandas con las que he tocado. Con loops, sin loops, con guitarra acústica… pero nada. Entonces, bueno, cada una tiene unas razones diferentes.

A la hora de hacer un disco, ¿lo concibes como un concepto global de principio a fin? ¿Cómo te enfrentas al álbum?
La verdad es que en cada disco intento hacer un experimento diferente. De hecho el disco que todavía no ha salido, que espero que salga a finales de este año y que creo que se va a llamar Duelo, va a ser el primero con una especie de hilo conductor. Hasta ahora, más o menos, he ido haciendo canciones y recopilándolas de manera que tuviesen cierto sentido entre ellas. O dándoles un formato o acabado con sentido global.

Y después de tu experiencia, ¿qué tal va la relación con la música?
La música es una de las pocas cosas que cuando la estoy haciendo me da mucha paz. Es muy de desconexión y liberación mientras estás tocando. Igual has trabajado mucho en conseguir una canción y, una vez que la estás tocando, te puedes relajar y no pensar en nada. Y esa sensación la consigo con muy pocas cosas aparte de haciendo música. Y yo que le echo tantas horas a tocar, es una especie de arma de doble filo: me libera pero también me ata. Hay veces que se te puede pasar el desayuno, la comida y la cena y decir:”¡Ostras! llevo todo el día en el local y no he hecho nada más que estar aquí”. Pero claro, eso realmente es de las cosas que hoy en día te dan la capacidad de evadirte y perder la noción del tiempo. De hecho hace poco fui a ver un concierto en el que interpretaban unas piezas de Arvo Part, en el auditorio del Reina Sofía, y me pareció muy curioso que pasaron una entrevista a posteriori y te preguntaban que, del uno al cinco, cuánto habías perdido la noción del tiempo. Por ejemplo, en un concierto de Arvo Part, que es una cosa absolutamente repetitiva. Y juro que no sé si duró siete minutos o mil años. Hoy en día casi todo tiene un principio y un fin y la música que hago creo que ayuda a que escuches y se te olvide un poco cuándo ha empezado, cuándo va a terminar…  Y ya, rizando el rizo, me parece muy interesante cuando la música que estás haciendo son trocitos muy pequeños que se repiten una y otra vez. Perder la noción con repeticiones, que es como cantar un mantra, meditar… Al fin y al cabo, al hacer un acto de manera repetitiva, de repente desaparece. Desaparecer. Esa es una buena palabra para la música.

Como cuando dices una palabra muchas veces…
¡Sí! Ese juego lo hago mucho con la palabra cuchara, como que es una cosa muy positiva, redonda, que no te puedes clavar, para comer… pero si la repites suena muy dura. Cuchara, cuchara, cuchara… Ayer estuve viendo a Buena Vista Social Club y, como músico, durante un buen rato estoy analizando y fijándome en cómo lo hacen y luego ya sí que puedo olvidarme y disfrutar de lo que me gusta. Una cosa que comprendes desde más adentro siempre es más compleja. Ayer, que estaba con gente y estaban bailando con Buena Vista Social Club, se acercaron para que me uniese a ellos y yo, prácticamente, les di un manotazo porque estaba concentradísimo en lo que estaban tocando, escuchando a todos y a la vez lo que estaba haciendo cada uno y no quería bailar. Y en realidad era muy para bailar. No sé. A veces me da la sensación de que por hacerlo así a veces lo vives menos.

Lo vives de otra manera.
Sí, y muchas veces lo envidio. Me gustaría vivirlo todo como si fuese novedad en vez de decir: “Ah, sí, esto lo hace con el pedal que hace esto y eso…”.

Y entonces sacas la libreta y tomas apuntes.
Pues a veces lo hago, eh. “Es un octavador con no sé qué no sé cuántos…” y lo apunto.

Cambiando de tema… Tu música tiene mucho de visual. Se escucha y se ve. Son sonidos que llevan inmediatamente a imaginar visuales. ¿Has pensado en esto?
Supongo que es algo que pasa con los sonidos extremos, graves y agudos. Muchas veces me han dicho que mi música es muy paisajística en el sentido de que cierras los ojos y te lleva a un sitio.

Ahora estás trabajando para el circo. ¿Cómo está yendo?
Está siendo un trabajo bastante duro pero bastante interesante. Es una función completa de circo contemporáneo, de malabares. Me encargaron la música y, aunque a veces he hecho cosas para cine o teatro, nunca he hecho algo que requiera tanta precisión rítmica, en la que las cosas tengan que cuadrar de manera bestial ya que hay malabares con claqueta, por ejemplo. Todo medido. Es todo un reto.

¿Te han pasado el guión del número?
Sí. De hecho es interesante el proceso porque todavía no hemos encontrado la fórmula perfecta para trabajar. Hemos probado si es más interesante que yo haga la pieza primero y ellos trabajen en base a la pieza o ellos graban un vídeo y me pasan el vídeo y compongo la pieza en base a lo que estoy viendo. Estamos probando todos esos métodos y en algunos casos dan resultado unos y en otros, el otro.

¿Y dónde podremos verlo?
El veintitantos de septiembre se hace un preestreno en los Teatros del Canal porque estos chicos hicieron una residencia allí. Luego en el Circo Price y, durante 2016, espero que en muchos sitios. Creo que por ahora es lo más ambicioso que me han encargado.

Y en cuanto al disco nuevo que estás preparando, ¿hay alguna novedad respecto a los otros?
La novedad más novedosa es que es con banda. Con sinte, guitarra, bajo y batería. Realmente lo íbamos a grabar en este pasado junio pero el bajista se bajó del barco a una semana de grabar por motivos personales y ha entrado un nuevo bajista. Aprovechando el cambio quiero darle un toque menos rock, aunque veo esto un poco como ese disco de rock que hay que hacer antes de hacerse viejo. Me gustaría retomarlo con este bajista que es menos clásico y darle un toque más electrónico en alguna parte. Los temas están medio hechos pero hay que pulirlos. Como iba a ser para junio ya tenemos diseño de portada, diseño de arte… pero no están grabadas las canciones (ríe). Mientras tanto estoy pensando otros dos discos que no tienen nada que ver con esto.

¿Otros dos? ¡Madre mía! Menuda colección…
Pues mira, me los he traído. Técnicamente estos son todos los que he hecho, que son cinco. Éste no es como Vaz Oliver, Dog Dog Dog Alligator. Es un disco que sacamos después de Descartes en mayo de 2015. Nos juntamos Chisco Rojo, Luis Mármol y yo y nos encerramos en un estudio por Galapagar. Grabamos seis temas, tres ya hechos y tres improvisados en el sitio. En 2012 hice Still Alive y Cashew y éste lo he traído pero es un disco grabado en Canadá de unas sesiones que tocaba en la calle y le daba la oportunidad a la gente que me escuchaba de que, si le gustaba, me dijese el día y la hora y yo les daba la grabación de ese momento. Teóricamente es lo primero que distribuí entre la gente. Luego ya el Still Alive, etc.

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¿Cuántos años llevas tocando?
Como Vaz Oliver el primer disco es de 2011. Y antes de hacer esto toqué con otras bandas, hacía reggae

Osea que de 2011 a 2015 has hecho más de un disco por año…
(Ríe) Sí. Y espero que vayan a más. De hecho como Vaz Oliver llevo tocando desde 2008, pero hasta 2011 no edité nada. Estuve generando mucho, de hecho todos los temas de los discos son de esa época. Me costó mucho empezar y honestamente creo que no me gusta mucho ninguno, pero eso no quita que piense que debo hacerlos. Aunque crea que no están bien. De todas maneras si quiero regrabarlas lo haré. Nunca he tenido problemas para crear y empezar una canción; para lo que sí que he tenido problemas es para terminarla. Al final en los discos las canciones son el 30% de lo que estaba en mi cabeza, pero hay que sacarlas igualmente…

Sería genial saber cómo es el otro 70% que hay en tu cabeza.
Aspiro a que con cada disco se vaya limando ese porcentaje. Ahora me he comprado loopers nuevos, estoy probando sonoridades nuevas, con banda…

¿Y crees que la banda ayuda a pulir el otro 70%?
Sí, pero bueno, a mí no me gusta compararlo. Tocar con gente es mucho más reconfortante en algunos aspectos. Pero tocar solo, honestamente, es más eficiente. Y no es que ser eficiente sea lo más importante, pero puedo quedar conmigo mismo todos los días que necesito hasta desarrollar algo y que ya esté hecho y con banda todos tienen vida: madres, padres, hijos… Es más difícil la continuidad en el trabajo pero, evidentemente, tiene una riqueza que solo no consigues.

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¿Y lo de Vaz Oliver de dónde viene?
¡Son mis apellidos! Toda la vida pensé que era un apellido celta, pero si indagas por Google es un apellido judío y es una derivación de Baez. Y Oliver probablemente sea francés. Antes tocaba con otros nombres y un día dije: “¡Pero si mi propio nombre es la hostia!”. No terminaba de gustarme que mi yo musical fuese mi yo personal, pero bueno, al final salió.

(Risas) Bueno, creo que nadie se va a esperar que sea tu nombre real.
Ya… Es curioso porque he estado tocando fuera como en China, o Canadá. Y si se pronuncia en inglés y suena raro.

¿Cómo has acabado tocando en China?
Pues en China toqué pero de casualidad. Fueron unas vacaciones con unos amigos y fui a un bar que tenía una pinta muy guay y un cartel en la puerta que me gustaba mucho de Nick Drake. Pero escrito todo en chino porque era de un homenaje que le habían hecho. Me gustó mucho el cartel y le dije al tío del bar que si me lo daba, porque era un evento que ya había pasado, y me dijo: “No, porque está ahí decorando y además lo he hecho yo y me gusta mucho.”. Y entonces le ofrecí dar un concierto en su bar y que me pagase con el cartel. Y me dijo que sí y toqué en su bar para 15 chinos a cambio de un cartel de Nick Drake con todo en chino menos el título del documental: A skin too few.

¿Conoces a John Martyn? Fue un gran amigo de Nick Drake y le compuso y dedicó un tema, Solid Air. Mola mucho. Dinos tú ahora alguien para escuchar y alguien para ver.
Quizás es típico pero el último disco de Sufjan Stevens está muy bien y una banda danesa que se llama Efterklang. Los dos últimos discos son más pop pero los primeros son más experimentales. Me gustan mucho. Y no sé si es la edad, pero antes descubría muchos grupos y me quedaba con los nombres pero ahora menos… De rollo folkie Sam Amidon ha sacado un disco ahora que está muy bien. Y el año pasado el disco que más escuché fue Walking On A Pretty Daze de Kurt Vile. Y si viene a Madrid hay que ir a ver a Patrick Watson.

 

 

*Nos despedimos de Quique y nos explica por dónde queda su bar. Y es que tenemos una cita pendiente con El gato verde ya que todos los jueves, a partir de las 21:30, hay conciertos.

Os dejamos con un vídeo para que podáis ponerle imagen y sonido a todo lo leído.

VAZ OLIVER “Energy Theory” from Jordi A. Puigventós on Vimeo.